En la mitologia Griega el nombre de Hades puede prestarse a confusión, porque los antiguos griegos lo utilizaban indistintamente para denominar al dios que reinaba el inframundo y para designar al mundo subterráneo mismo.
El Reino de los muertos, buenos o malos, era el lugar donde las almas de estos eran guiadas por el Dios mensajero Hermes para ser juzgadas y conocer su destino final.
Es un mundo al cual se accede por una caverna y es recorrido por un gran río llamado el Río Estigia (Styx), formado por aguas negras y emponzoñosas, que desemboca en
Duro, avaro e inflexible, exigía a las almas de los muertos el pago de un obole (moneda que tradicionalmente se colocaba en la boca del cadaver enterrado) por la travesía que les permitiría cruzar el río, asi los espíritus llegaban al otro lado del caudal, hasta las puertas del Hades, vigiladas por un horrible y gigantesco perro humanoide de tres cabezas y con cola de serpiente, Cerbero. Pese a su aspecto horrible esta bestia no hacía ningún daño a las sombras de los muertos. El can asesinaba a cualquier ser vivo que se acercara al Reino de los muertos.
Desembarcada la sombra y tras cruzar las Puertas del Hades estas quedaban completamente cerradas. Los espíritus que llegan al Hades pasan entonces a través del Campo de Asphodel (llanura de Asfódelo), un lugar gris, chato y nebuloso con árboles de ramas inclinadas hacia el suelo. Más allá estan los verdes prados de
Si en el juicio han sido considerados como bondadosos, entonces son enviados al Elyseo o Campos Elíseos a través del Río Aqueronte, un tranquilo y apacible lugar donde los espíritus viven en felicidad. Entre los difuntos este era el destino de los más afortunados (una minoria), el Elyseo es una región menos sombría con grandes prados cubiertos de flores, un lugar paradisíaco donde los pájaros cantan en los árboles, brilla el sol en un cielo azul de nubes blancas y vaporosas, el son de la música de la flauta o de la lira y la danza alegraban continuamente la vida. No existía la noche, las sombras no necesitan descanso y banqueteaban cada vez que alguien lo deseaba, el vino era abundante pero a nadie le hacía daño. Los que tenían la suerte de llegar gozaban del privilegio de poder volver a la tierra si querían, pero su nueva vida era tan feliz que poquísimos se decidían a dejarla, ni siquiera por un tiempo mínimo. El prudente juez Radamantis gobernaba en los Campos Elíseos.
Si han sido considerados malvados, los espíritus son enviados a la región del Tártaro a través del río Phlegethon, tierra bordeada por una parte de
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