lunes, 21 de septiembre de 2009

Un haiku de Karen Stiberman

Una sirena
nada libre en las aguas
desconocidas

El Matadero


El matadero es un texto literario romántico escrito por el autor argentino Esteban Echeverría entre 1838 y 1840 y es considerado el primer cuento realista del Río de la Plata. Fue publicado en 1871 en la Revista del Río de la Plata.

El marco del relato se encuadra en los años posteriores a la Revolución de Mayo, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, en un matadero vacuno en la provincia de Buenos Aires en Argentina. Más concretamente, el marco temporal se ubica en algún momento de la década de 1830, luego de la muerte de la esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra, y durante la época de cuaresma. El relato, que se basa en la descripción de la sociedad de la época, comienza con la descripción de un gran diluvio que duró 15 días y afectó la economía del país causando una crisis y la imposibilidad de utilizar el matadero en este período de tiempo, por lo que hubo falta de carne. Esta carencia, que iba acorde a los mandatos de la iglesia en lo referido a la abstinencia de carne, produjo un aumento en los precios de los otros productos como aves y pescados, y la muerte de mucha gente. Sin embargo, aunque la iglesia dictó que no se debía comer carne bajo el pretexto del pecado, no fue igual de rígida con los gobernantes y el cuerpo religioso, lo que demuestra la hipocresía del gobierno y la iglesia. Echeverría narra que ante la crisis, Rosas "el Restaurador" envía una reducida cantidad de novillos al matadero, los cuales son recibidos con algarabía por la gente, que se pelea para conseguir comida y achuras. Entre uno de esos animales se encuentra un toro, que se escapa tras producir indirectamente la muerte de un niño que es rápidamente olvidada. El brioso ejemplar es perseguido por varios jinetes, que al final de una larga persecución logran atraparlo y matarlo. Luego de narrar la muerte del toro, entra en escena un joven que es identificado rápidamente como unitario por no llevar luto ni la divisa punzó. El mozo es atrapado y llevado a la casilla del juez del matadero, donde es interrogado y torturado por los federales. El unitario (personificación de Echeverría en el relato de ficción) se resiste manteniendo una actitud desafiante y digna ante las crueldades de los federales. Finalmente, en el momento en que lo pensaban torturar, el joven literalmente estalla de rabia, y muere heroicamente sin haber sido desmoralizado por la tortura, y luego de haber expresado sus pensamientos respecto del régimen federal

sábado, 19 de septiembre de 2009

Juan Manuel de Rosas

Juan Manuel de Rosas

(1793 - 1877)

Autor: Felipe Pigna

Juan Manuel de Rosas, el restaurador de las Leyes, el estanciero más poderoso de Buenos Aires, y a la vez uno de los gobernadores con más consenso en toda la historia de la provincia, nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. Cursó sus primeros estudios en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich. Pero su vocación no iba para el lado de las letras sino para las tareas rurales.

Durante las invasiones inglesas participó activamente de la defensa en el regimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista volvió al campo. Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la revolución de mayo, de la que dirá años más tarde: "En los tiempos anteriores a la revolución la subordinación estaba bien puesta, sobraban recursos y había unión."

y mas...
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/r/rosas.php

viernes, 18 de septiembre de 2009

Esteban Echeverría

Esteban Echeverría (n. Buenos Aires, Argentina, 2 de septiembre de 1805 - † Montevideo, Uruguay, 19 de enero de 1851) fue un escritor romántico argentino, perteneciente a la denominada Generación del 37, autor de obras como La cautiva y El matadero.

Biografía
Era hijo de la porteña doña María Espinosa y del español vizcaíno José Domingo Echeverría.
A temprana edad perdió a su padre y fue iniciado en sus primeras letras por su madre. Comenzó la escuela primaria en la escuela de San Telmo, pero al poco tiempo queda también huérfano de su madre, quien falleció en 1822. Desamparado, comenzó una azarosa vida adolescente, que agravó ciertos problemas cardíacos que lo aquejaban y, con el tiempo lo obligaron a cambiar de vida y asentarse.
Ingresó en el recientemente creado Departamento de Estudios Preparatorios de la Universidad de Buenos Aires y en la Escuela de Dibujo de la misma, a la vez que, en 1823, comenzó a trabajar como dependiente en el comercio de los hermanos Lezica, que ya por entonces tenía representación en países de Europa y América.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Poema Edipo.

EDIPO

Ella abrazó al hijo y lo recibió nuevamente
dentro de su cuerpo. Sabían.
En el amor tan sabios
no hubo jamás.
Ël anheló febril la ceguera y los gritos
que ocultaron al pueblo, a su pastor,
la imagen de la callada amante
maniatada entre besos,
de su propio rostro de cintura,
dulcemente enredado
en el cabello y venas de la madre.

Este poema hace referencia a Edipo y su madre Yocasta.
La primer frase la podemos relacionar con el texto leído ya que Edipo volvió a Tebas, y Yocasta, sin saber que era su madre, lo recibió nuevamente, lo aceptó y se casó con él.
De la segunda frase podríamos interpretar que Edipo y Yocasta sin saber que eran madre e hijo, volvieron a sentir amor el uno por el otro, quizá ese que no pudieron sentir antes ya que Layo las separó cuando Edipo nació.
Luego podemos encontrar que dice que Edipo anheló la ceguera que ocultó la imagen de la callada amante y podemos entenderlo como que él quiso cegarse, se sacó los ojos para no ver la cruel realidad, que se había cumplido la profesía; era el asesino de Layo, su padre, y se había casado con su madre Yocasta, ahora muerta.
Del final se entiende que había una unión fuerte antre Edipo y Yocasta, que quedaron enredados, uno con el otro, en su sangre.
Los signos de puntuación ayudan en la lectura y permiten leer el poema más pausadamente.

jueves, 10 de septiembre de 2009

jueves, 3 de septiembre de 2009

Hamlet y Don Quijote


PARALELISMO ENTRE DON QUIJOTE DE LA MANCHA Y HAMLET DE DINAMARCA

Dos trascendentales personajes en la historia de la literatura universal, símbolos profundamente humanos y representantes del brevísimo movimiento manierista, no pueden considerarse de modo separado si quiere comprenderse no sólo la obra Cervantina y Shakespeareana, sino también los intrincados laberintos psicológicos que contiene el espíritu de cada mítico arquetipo literario.

Tanto el caballero de la triste figura como el heredero a la corona danesa reflejan una postura frente a la realidad decadente de finales del siglo XVI, época convulsionada por el despegue del capitalismo como novedoso sistema de producción, el fenómeno de la reforma protestante y la crisis socio política surgida a consecuencia de la rivalidad entre la burguesía y la nobleza. El escenario pronto propiciará el cuestionamiento a los esquemas antropocéntricos renacentistas, preparando la llegada del manierismo como reacción artística ante los cánones clásicos postulantes de un modelo ideal humanista. El carácter primordial otorgado al ser humano se desmorona paulatinamente al advertirse que es él mismo el responsable de la decadencia en la que se ve inmerso. Así, las formas plásticas se alargan en los lienzos; la música, la escultura, la arquitectura cobran matices complejos y la literatura vaga entre situaciones dialécticas de razón y locura.

Es de ahí que tanto el genio español como el inglés se valgan de figuras retorcidas, fluctuantes entre fuerzas opuestas: lo sublime contra lo grotesco, lo heroico contra lo perverso, lo realista contra lo idealista. La convulsión social, trasladando sus conflictos espirituales a este vaivén de aparentes contradicciones, desembocará en la fingida locura de Hamlet para cobrar la muerte de su padre al rey Claudio, o en el trastorno de Alonso Quijano provocado por los libros de caballerías. No obstante la sensación de desprecio o compasión que pueden evocar ambos personajes, se aprecia una honda preocupación por el medio corrompido que les rodea. Sin embargo, cada uno en particular enfrentará a dicho medio con matices particulares, definiéndose ambos arquetipos a través de sus actos.

Conforme a la Dra. Matilde Elena López, maestra del ensayo en El Salvador, Hamlet finge su locura para justificar no sólo sus comentarios revolucionarios contra la corona inglesa –palabras inherentes a Shakespeare puestas en la boca del príncipe-, sino además para armarse de valor y emprender la venganza contra Claudio y Gertrudis, la cual aunque fervientemente desea consumar, no puede ignorar la voz del temor. Para López, el príncipe danés es eminentemente analítico, víctima de sus propias reflexiones que le atan a la duda, frenándole a tomar acciones concretas: es de ahí que la muerte del rey sea prácticamente el resultado de un accidente luego de la contienda de espadas contra Laertes

Empero las intenciones de Hamlet para poner en evidencia la corrupción de los nobles- lo cual es logrado brillantemente por el cisne de Avon al crear la escena teatral dentro del teatro mismo- emanan de su interior pensamientos claramente machistas, como también reflexiones pesimistas acerca del mundo y de los seres humanos que lo habitan. Apuntará Matilde Elena en su ensayo “Clásicos Universales: Hamlet, Don Quijote, Don Juan, Segismundo y Fausto” que el príncipe Hamlet se torna sombrío muchas veces, inclusive injurioso con las damas al exclamar frases como “Fragilidad, tu nombre es mujer”; oponiéndose así diametralmente al espíritu caballeresco del Quijote.

Pero su enfrentamiento contra los vicios del mundo no pierde vigor pese a sus misóginas palabras, al contrario, todo el retruécano que Hamlet en sí mismo representa, no se limita a atacar la apariencia de sepulcro blanqueado de la corona inglesa de aquellos días por medio de su falso trastorno, sino además, se adelanta siglos a expresar la náusea vanguardista de Sartre, esa sensación de sin sentido que ocasiona verse inmerso en las esferas del caos. Be or not to be, that is the question! no sólo sintetizará las fluctuaciones de Hamlet, sino también todo el espíritu del manierismo que, instalado en el alma de Shakespeare una vez alcanzada su madurez bio-psicosocial, se manifestará durante algún período en Gran Bretaña hasta el auge del Barroco.

En tanto que dentro de la literatura inglesa Shakespeare y Hamlet son los máximos símbolos, la literatura española cuenta con el padre de la novela moderna y su mundialmente famoso caballero: Miguel de Cervantes Saavedra y el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, siendo este último un medio por el cual es posible reinterpretar al demente príncipe así como apreciar las diferencias y semejanzas entre ambos.

Mucho se ha discutido sobre la demencia de Alonso Quijano, pues mientras para algunos el trastorno es clarísimo (recuérdese que Freud aprendió la lengua cervantina únicamente para estudiar el comportamiento anormal del caballero, concluyendo que había sido muy caracterizado), otros se inclinan a considerar que su locura no es sino una opción que a los ojos de sus coetáneos aparenta ser descabellada. El discurso con los cabreros, los consejos a Sancho Panza antes de gobernar la ínsula Barataria y el discurso de las armas y de las letras, son significativos pasajes en los que se aprecia una visión sublime sobre cómo enfrentar la decadencia del mundo al cual Don Quijote pretende modificar arrojándose a una aventura.

Hamlet se finge loco, Don Quijote asume una locura. Cuando el primero se ve –sin pensarlo- atado por su actuación, el segundo la convierte en la rosa de los vientos que le libera de la banalidad mundana, lleno de esperanza en el espíritu humano que podrá sobreponerse al caos. Para la Dra. López, el caballero manchego simboliza el rescate de la humanidad fatalista representada en el príncipe temeroso de actuar: si Hamlet es duda, Quijote es acción, y es ahí donde el genio cervantino esboza con fe un panorama opuesto al shakesperiano, donde los ideales son capaces de vencer las sombras.

¿Y qué decir de sus actitudes para con la mujer? En su relación con la amada hay un notable distanciamiento, pues Ofelia se ve condenada a la locura real, definitiva; a nunca consumar su idilio con Hamlet quien finalmente la rechaza. Por el contrario, el caballero de la triste figura no vacilará en enaltecer a una campirana mujer bajo la figura de Dulcinea del Toboso, inspiración en todas sus batallas. No se puede concebir a Don Quijote separado de Dulcinea, símbolo de los ideales puros. Empero, hay también que remarcar el carácter manierista del personaje cervantino, el cual le asemeja a Hamlet. Sus fallidas aventuras, el aspecto anacrónico y deplorable del Quijote y su escudero, la incomprensión, las burlas, los intentos por detener su heroísmo…cada uno de estos aspectos se conjuga para proyectar un mundo adverso al ideal, una realidad que atentará a cada momento contra la esperanza de transformación, de aspirar a lo sublime, ansiosa de devorarlo en la decadencia.

Será en definitiva el lector quien juzgue a estos dos grandes símbolos de la literatura universal, interiorizando cuál debe ser el compromiso a asumir con la realidad. Lo que es digno de apreciación tanto en los personajes como en sus creadores, con sus semejanzas y diferencias, es la capacidad de proponer que, ante todo, el individuo no puede permanecer indiferente ante las convulsiones de su tiempo, sino que debe identificar su rumbo en la vida: Si ladran los perros Sancho, es que cabalgamos…